domingo, 19 de agosto de 2012

Una Obsesión Caprichosa



 Héctor Andrés Parra, estudiante de Grado 11, en el Liceo Navarra, nos envía este escrito.

De la “razón profunda” surge el sentimiento, que no despierta el ilusorio material, la sed, el hambre, el frío. Desesperación, degenerada preocupación, por algo tan difuso e indefinido; el futuro presagia dolores y no importa el bien conocido. Sigo aquí meditando, ignorando su muerte, la del presente desahuciado por el instante siguiente; es otro batallón perdido, otra guerra que no gané; irresoluto, perdí a esos hombres con el título de minutos. Y a medida que se acerca, el que hace rato fue pero sigue siendo futuro, con su fractal maldición para mi humana conciencia, persevera e inquieta mi fibra más cuerda. Ahh!!! errado cálculo egoísta, utópico y simplista; te abandonaría como los átomos abandonan a las estrellas, si no fueras ahora mi mejor vista. Porque doloroso es el amor,  hacia una mujer, una poesía o a una sensación, éxtasis culpable de la convivencia con los semejantes, hoy sonreímos, somos perdonados por los problemas. Más se vengan de esta arrogancia; que conociendo nuestra incompetencia nos designamos caballeros y lanzas a la vez, sin el honor de ser rey o nuestro propio juez. Condenado por mi limitación dictada por mi  propia o una cósmica resolución, busco en vano la respuesta, ¿quién habrá de encontrarla?, ¡¿quién sería digno de tal proeza?! ¿Cómo puedo conciliar la instintiva seguridad, con el volátil y explosivo amor, del que necesitamos tanto calor?, ¿es que es sinónimo de dolor? Solo me queda intentar, ver si la tortuga alcanza al orgulloso Aquiles, que bien pueda estar enfrente, ¡pero falta la mitad! Y así debo continuar, apropiándome de este dilema, en nombre de cualquiera, cualquiera que se preguntara, si algo conectara a su alma con la ajena, y más, si el júbilo se transmutara en pena. Por si la isomorfía no fuera evidente, todos entienden esa geometría, el camino más corto no es una línea, si no hay dos puntos que no sean uno. Desdeñando la necia idea de hallar la verdad, es menester reconsiderar, que el espejo no determina el objeto, y la belleza solo la ve quien quiera ser hereje y ubique uno que enfoque lo que no busca, porque obtiene las mejores vistas. Así es como he fatigado mi mente, a sabiendas del enemigo enfrente, fascinado por aquel admirable inepto que no teme, a su futuro, su futuro implacable; y por el furor de nuestra idiotez al lado de la pasiva solidaridad. Armado voy con mi cuasi-verdad, bien sea el tiempo o no una realidad, dejo a la ciencia esa enorme nimiedad; que bajo “una razón profunda”, un enorme agnosticismo y un momento de vicio, he forzado a mis palabras en un poco de prosa lírica, con una ambigua y rústica técnica, que no tuvo la intención de ser cínica y me hizo perder otro batallón.      


Yako  

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